CON MADERA ITAPUENSE, DIRECTAMENTE DE ITACÚA, SE ELABORÓ EL TECHO DE LA IGLESIA COMPAÑÍA DE JESÚS. CÓRDOBA, ARGENTINA



En la intersección de las peatonales Obispo Trejo y Caseros de la ciudad de Córdoba, Argentina se halla la iglesia de la Compañía de Jesús; Y en su interior podemos observar la majestuosa bóveda corrediza y cúpula de madera construida en el Siglo XVII.

Estos trabajos fueron ideadas y dirigidas por el francés Fhillipe o Philippe Lemaire (Felipe Lemer en Castellano) quien nació en la ciudad Lille en 1608, por entonces controlado por el Rey Felipe II de Habsburgo cómo Países Bajos Españoles, posteriormente sería apropiada por Francia; En otras palabras Lemaire no era belga, holandés o francés como suele comentarse sino neerlandés. Y así, el castellano se convirtió en su segunda lengua.

Vivió en los puertos en dónde aprendió a construir barcos como astillero y luego dirigió obras; está profesión de trabajar con la madera, le será muy útil en el futuro.

Por medio de documentos, entendemos que Lemaire viajó a Inglaterra y Portugal debido a su profesión pues ya era reconocido constructor de navíos, dirigiendo -como Maestro- a numerosas personas para tales trabajos. Acorde a la necrológica del jesuita en las Cartas Anuas de 1671 (Memorias anuales de la Comunidad), sus ganas de ingresar a la Orden Jesuita y seguir conociendo las actividades sociales, religiosas y económicas ubicadas en las tierras americanas, lo hizo emigrar para buscar nuevas aventuras.

El Hno. Lemaire, como toda persona de aquellos tiempos, llegó al Estado de Brasil, luego irá a Paraguay; Allí aparece en varios catálogos Trineales como carpintero y no de profesión de arquitecto como se supo decir.

Su inclinación a la religión, le hizo estudiar para ingresar a la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay, siendo aceptado el viernes, 2 de noviembre de 1640 a sus 32 años. Sus últimos votos los obtuvo en el Colegio de Santiago del Estero el 2 de mayo de 1654, posteriormente se trasladará a Córdoba.

 

Cuando el hermano Lemaire llega a la ciudad, se percata que dicha iglesia aún no había sida concluida pues no tenía techo, ni torres o elementos decorativos; Sus compañeros comentaron que no había persona que tuviera la experiencia y conocimientos para construir una bóveda de material, además de los altos costos que acarrearía pero también porque sus cimientos no eran los suficientemente fuertes para sostener dicho peso, sin embargo algunos exponen que la separación entre los muros del santuario son muy anchos, por ello no pudo hacerse una de material pero la realidad es que se pudo construir una de materiales sólidos, sólo debían realizarse fuertes contramuros pero el escaso dinero de la orden para costear tales trabajos, los obligó a rezar por un salvador.

Suponemos que Lemaire viajó a Córdoba del Tucumán, cuando escuchó hablar sobre la iglesia sin bóveda ubicada en la ciudad cordobesa, sede de la provincia jesuítica del Paraguay pero debieron pasar casi dos décadas (1659) para que finalmente se le coincidiera el permiso de construir la bóveda, por entonces ya había adquirido conocimientos supuestamente por medio de un libro del jesuita francés Arq. Philibert Delorme o de I´Orme, cuyo título es “Nouvelles inventions pour bien Bastir et à petits fraiz” (traducción: “Nuevas invenciones para construir bien y a bajo costo”) publicado en 1561. Aunque en realidad no hay documentos que corrobore que haya sido el libro del francés, aun así suponemos que los conocimientos adquiridos se originan en el libro de I´Orme que narran escritos y muestran láminas para facilitar la lectura ya que no hay otro libro tan singular como el del francés; Nuestra deducción nos obligó a comparar y realizar pericias en todo el techo, concluyendo que las técnicas empleadas en la construcción corresponden al libro del Arq. jesuita.

Por entonces Lemaire tuvo muchos años para aprender sobre las técnicas de construcción y la realización de peritajes sobre la estructura del santuario. Luego utilizaría el sistema I´Orme para construir un gran armazón de madera, en forma de bóveda corrediza y la cúpula central, sin embargo la iglesia poseía sus propias dimensiones, por ello el jesuita debió adaptar las medidas y duplicar el empleo de maderas.,. siendo tratadas con un aceite especial para su protección. En tanto, del lado exterior, fueron colocadas tejas españolas pero en la cúpula se decidió revestirla con ladrillos pues es una zona muy castigada por el viento.

Lemaire debió pensar bastante y estudiar las propiedades de diferentes maderas, decidiendo emplear el cedro cuyo peso era menor a otras maderas además de soportar mejorar la humedad, hongos y siendo resistentes a las termitas. Se decidió buscarlas en San José de Itacuá, misión jesuítica del Paraguay: “…300 leguas distantes de Córdoba, y traídas acá en balsas por el río Paraná, no sin gran solicitud y trabajo, sufridos primero al cortarlas, en las selvas infestadas por tigres, después por las peripecias del viaje en un río revuelto por las tempestades.”.

Embarcó desde el puerto de Encarnación para navegar por el río Paraná, luego irá por el río Carcaraña y de allí se trasladará en carruajes hasta Córdoba. Suponemos que debió ir a Itacuá y Loreto para tramitar los pedidos, además de elegir los árboles que iban a ser talados por ello debió alojarse largas semanas en aquellas tierras para lograr su cometido. Suponemos que son 300 leguas más o menos, es decir unos 1.448,6 kms. aunque la distancia entre ambas ciudades es de 1.154, 7 km. fue fundada por José Cataldino en el año 1633.

Cuando los troncos llegan a la ciudad cordobesa, el hermano Lemaire ya había sido asignado como Maestre en donde los propios jesuitas, africanos, mulatos y aborígenes trabajaran en la construcción de la cubierta para el templo. Dichas obras demoraron doce años en concluirse debido a la falta de dinero para seguir adquiriendo maderas de lejanas tierras e incluso debieron pagarse a los guaraníes del Paraguay, pues el jesuita los hizo traer ya que tenían la experiencia necesaria para comenzar las obras y realizar algunos trabajos complicados.

El Hno. Lemaire falleció en Córdoba en 1671: “Era muy enfermo de pecho, teniendo que lanzar mucha flema áspera, pareciendo que vomitaba las mismas entrañas, tanto que daba lástima verlo sufrir tanto”. Al parecer sufría de una bronquitis aguda y no de pulmonía, pues tenía tos desapacible con constantes dolores de garganta, altas fiebres, mala respiración, falta de aire y riesgo permanente de sufrir alguna infección. Si bien es tratable y raramente produce la muerte, el jesuíta no fue una persona que cuidaba su salud por estar entregado a la construcción del templo.

El domingo, 29 de noviembre de 1671 se consagra formalmente la iglesia, siendo obispo Del Tucumán Ilmo. Francisco de Borga pero este se hallaba ausente, por ello debió realizar la ceremonia el Fray franciscano Gabriel de Gilléstegui quien era obispo de La Paz, Alto Perú; Por entonces aún no se habían construido ambas torres.

Dios quiso, tal vez, que falleciera en el mismo año de su consagración pero aún así desconocemos en qué día y mes sucedió su deceso. Sus hermanos lo recordaron con mucho afecto, de hecho en la nota necrológica narraba: “…la muerte arrebató un muy querido socio nuestro, cuya obra había sido la más provechosa en construir casas en la Provincia, en construcción de techos, como quiera que era peritisimo en el arte de la madera, el cual cuando secular vivió entre los belgas (de allí la mal interpretación de que había nacido en Bélgica), donde probó ser un conspicuo maestro en las estructuras navales y en fabricar cascos para el uso de los navegantes. Mientras estuvo entre nosotros trabajó en muchas cosas, siendo su industria muy provechosa a causa de la penuria de hombres en este arte, ya que rara vez de las partes de Europa nos vienen hombres de estos. Donde más se distinguió su trabajo fue en el Colegio de Córdoba del Tucumán, ya que pasó más de doce años ocupado en la subconstrucción de la iglesia, obra ciertamente digna de ser vista, y con la cual ninguna otra estructura semejante de Europa puede compararse, En dicha ciudad, su continuación ya sea en los brazos , ya en el cuerpo , ya en la cabecera del crucero de que consta la iglesia, además de la media esfera en la cúpula que los nuestros llaman media naranja, hace un espectáculo hermosísimo. El mismo sacó la forma de esa estructura de un libro impreso entre los galos, realizándolo no obstante no haber visto ejemplo alguno anteriormente. Además de estos trabajos realizados por él mismo , hizo traer de los montes del Paraguay, distantes 300 leguas de Córdoba.”.

 

En otra Carta Anua, nos percatamos la existencia del Bartolomé Cardenosa S.J. (1596-1656), de profesión carpintero pero con cierta capacidad respecto a la arquitectura solicitando un libro de tratado sobre construcción (¿de Philibert I´Orme?) en 1631; Pedido aceptado por el P. General Mucio Vitelleschi quién prometió enviar tres años después. Se supone que debía construir parte de la iglesia pero no hay más documentación que corrobora tales hechos, sino muchas suposiciones que dan por confirmada varias hipótesis. Lo cierto es que falleció a los 60 años y la iglesia aún seguía sin terminar, existe la posibilidad que construyera un techo provisorio para proteger contra las inclemencias del tiempo pero es sólo una teoría aunque sí dirigió y realizó otro tipo de construcciones en la iglesia pero no pudo ser coautor de las bóvedas corrediza del santuario jesuítico como se ha comentado.

El franciscano Fray Pedro José de Parra o Parras como firmaba, recorrió las tierras entre 1749 y 1753, redactó con título “DERROTERO O DIARIO DEL VIAGE QUE HICE DE BUENOS AIRES PARA CÓRDOBA” (…) “Ví todo el colegio y noviciado, que es obra singularísima, y tambien la iglesia, cuya bóveda es de madera y lo mas de ella está dorada.”, fechado en 1752.

En las siguientes décadas hubo agregados de ornamentación policromada pero las bóvedas y cúpula permanecieron inalterables; Así pasaron los siglos… dando nacimiento a la famosa leyenda de que la bóveda principal había sido construida en forma de barco invertido, pues el constructor así lo había ideado pero es sólo un mito.

El sistema I´Orme fue muy popular en su momento, muchos (del viejo y nuevo mundo) emplearon esta forma de construcción, no obstante tenemos conocimientos de que sólo perduró la cubierta de la iglesia Jesuítica de Córdoba, el edificio aún existente y más antiguo de la Argentina. Y estuvo muy cerca de ser destruida por un incendio el jueves, 16 de marzo de 1961 (no fue un 17 de setiembre de 1967) cuando se inicia un corto circuito cuyos cables se sobrecalientan provocando un incendio en el órgano de madera pero eléctrico y estilo gótico, ubicado en el sector del coro cuya altura es de seis metros por seis y medio de ancho. La combustión y la falta de aire creó un fuerte incendio que destruyó casi todo el ingreso de la parte de atrás, dañando cuadros pintados a tela por Genaro Pérez, coro, balaustrada y parte del techo del mismo. El humo ennegrecido se dispersó sobre la bóveda corrediza llegando hasta la cúpula, dañando las pechinas y brazos laterales, el calor era tan intenso que provocó derretimiento de pintura en algunos confesionarios de madera.

Por entonces el Superior de la Residencia y Templo de la Compañía era el R. P. Alejandro F. Paravano quién se sintió profundamente dolido por la pérdida de los tesoros artísticos que componían el santuario.

Tan pronto pasa el año, diversas autoridades municipales, provinciales, nacionales e internacionales empezaron a realizar trámites burocráticos para reparar y restaurar el templo aunque la falta de presupuesto en diversos años y los tumultuosos años de la década del ´60 en Argentina, ralentizaron y pausaron los procesos para arreglar la iglesia. Entre idas y vueltas lograron finalizar las restauraciones de las maderas pero no pudieron recuperar las pinturas dañadas por el humo negro.

Esta construcción es increíble, absolutamente excepcional por su decoración peculiar y técnica constructiva, además de la rica historia de los jesuitas que dejaron en tierras Argentina, de hecho en Córdoba hizo valorar su importancia para que varias entidades decidieron presentarse ante la Unesco para que fueran declaradas como patrimonio cultural; Así, se decidió dar una primerísima importancia lográndose que el país Argentina pueda participar en las sesiones que se realizaría en Australia.

Desde lunes, 27 de noviembre hasta sábado, 2 de diciembre de 2000 en la 24a Sesión Ordinaria del Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco… se debatió amistosamente la incorporación de la Manzana Jesuítica (que comprenden el Colegio Monserrat, Antigua Universidad e Iglesia de la Compañía de Jesús) y Estancias Jesuíticas de Córdoba, siendo declaradas como «Patrimonio de la Humanidad» por la Asamblea Anual reunida en la ciudad de Cairns, en Australia el día miércoles, 29 de noviembre del mencionado año. Debido a su importancia, la Universidad Nacional de Córdoba, decidió abrir las puertas de un nuevo museo el viernes, 8 de diciembre de 2000.

Fuente:  Federico G. Bordese, Historiador










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