A 32 AÑOS DE LA NOCHE QUE DEVOLVIÓ LA DEMOCRACIA AL PARAGUAY





A más de tres décadas de la histórica noche de la Candelaria, el periodista y escritor Roberto Paredes reconstruye los pormenores del golpe de Estado que acabó con la dictadura de Alfredo Stroessner, inaugurando la difícil transición democrática que hasta hoy no termina de resolverse.

Entre la noche del 2 y el amanecer del 3 de febrero de 1989, se escribía una de las páginas más decisivas de la historia paraguaya reciente. Terminaba la dictadura y comenzaba la era democrática. Nadie imaginaba, sin embargo, que a la esperanza inicial de aquella mañana le seguirían los tiempos difíciles y convulsos que llegan hasta hoy.

Durante la primera quincena de enero, el «plan de operaciones» para derrocar al general Alfredo Stroessner ya se había preparado por completo: sería el 3 de febrero, a las 03:00 de la madrugada. Se lo denominó Operación 33, y los testimonios de todos los jefes complotados coinciden en destacar que enviaron a sus tropas a dormir temprano aquella noche, luego de una cena especial.

Nunca estuvo en los planes del general Andrés Rodríguez, consuegro del dictador y líder de la operación, secuestrar a Stroessner en la casa de su ex mujer Estela «Ñata» Legal, pero para asombro de propios y extraños trató de hacerlo ni bien se le avisó que “el pato estaba en su gallinero”, informe en clave que le llegó desde un baldío ubicado frente a la casa de Legal, donde el dictador solía visitar a sus hijas.

El intento fracasó. Stroessner había sido alertado –todo indica que desde la misma Caballería–, por lo que huyó, dejando a parte importante de su escolta personal para proteger a su ex pareja y sus hijas. El comando que trató de capturarlo se retrasó y al llegar se encontró envuelto en un enfrentamiento, el primero de las operaciones de aquella larga noche de la Candelaria, y en el que se produjeron las primeras ocho bajas del golpe.

Rodríguez se encontró entonces frente a una disyuntiva de hierro: abortar la operación o adelantarla. Se decidió por la segunda opción. Un automóvil Mercedes Benz, color champagne, casi atropelló el puesto de guardia del Tercer Regimiento de Caballería, RC 3. Desde el vehículo una voz gritó: «¡Oviedo, Oviedo, hay que salir de inmediato!».

Sin dudar, el entonces coronel Lino César Oviedo dio la orden, y soldados y oficiales abordaron los camiones y tanques que enfilaron hacia el Regimiento Escolta Presidencial, que sería el epicentro de todo lo que estaba por ocurrir. El resto de las unidades de la Caballería, la Marina y la Infantería fueron movilizadas al mismo tiempo. Eran apenas las 21:00 cuando empezó a correr la cuenta regresiva, sin que nadie aquella noche imaginara que estaba por entrar en la historia.

Los objetivos
Pasadas las 21:30 Rodríguez, que actuaba bajo el seudónimo Carlos 1, manejó la operación con mucha serenidad. Les ordenó a Pedro Concepción Ocampos, Carlos 2, y a Víctor (Lorenzo Carrillo) ocupar sus posiciones alrededor del Escolta Presidencial, así como a los demás jefes militares la conquista de sus objetivos.

Carlos 2 salió de Cerrito, en el Bajo Chaco, a máxima velocidad para ubicarse frente a donde hoy se encuentra el Hospital del Trauma (ex Emergencias Médicas), sobre la avenida General Santos. Se trataba de la unidad militar con mayor poder de fuego, cuyos tanques urutú iban atropellando todo a su paso, automóviles y motocicletas estacionadas, y hasta las mesas y sillas de varios bares y copetines que encontraron por el camino.

Víctor, el coronel Carrillo, se desplazó hasta la Escuela de Educación Física de las Fuerzas Armadas, sobre General Santos, casi frente al Escolta, desde donde hizo disparos de morteros sobre las estructuras de la unidad de élite. Los destrozos fueron tremendos.

Carlos 7, el vicealmirante Eduardo González Petit, desplazó sus fuerzas para tomar la Policía de la Capital, el Departamento de Investigaciones, otras comisarías policiales clave, el Palacio de Gobierno y Canal 9. Desde el río, dos cañoneras disparaban contra la Comandancia policial y el talud del Palacio de López. Enseguida, aturdidos por los disparos y el desbordante blitzkrieg, el jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, caía detenido, y el general Alcibiades Brítez se rendía.

Carlos 5, Aníbal Regis Romero, ocupó la Aeronáutica con el apoyo de oficiales de la Fuerza Aérea que habían resuelto sumarse al complot. El general Soto Valleu fue apresado y trasladado a la Caballería. Después de medianoche aviones Xavante despegarían de Luque con la misión de efectuar vuelos rasantes sobre el edificio del Comando en Jefe, donde Stroessner y su séquito se disponían a ensayar un simulacro de resistencia.

Carlos 6, el general Eumelio Bernal, apuntó a las fuerzas consideradas leales al régimen, como la Guardia de Seguridad y el Comando de Ingeniería, y tomó Canal 13 y Radio 1º de Marzo.

A menos de tres horas de iniciada la operación, la suerte de Stroessner ya estaba echada: solo le quedaba rendirse. De hecho, minutos antes de la medianoche, tras conversar con el general Bernal, Rodríguez emitió su primera y más famosa proclama: “Hemos salido de nuestros cuarteles en defensa de la dignidad y del honor de las Fuerzas Armadas, por la unificación plena y total del coloradismo en el gobierno, por la iniciación de la democratización plena y total del coloradismo en el gobierno, por la iniciación de la democratización del Paraguay, por el respeto a los derechos humanos, por la defensa de nuestra religión cristiana, católica, apostólica, romana. Esos son lo que les estoy ofreciendo (sic).”

La rendición
Carlos 3, Lino Oviedo, desde el costado del Comando en Jefe, sobre la calle Vicepresidente Sánchez, presionaba a Stroessner para que se rindiese. De hecho, el propio general Pedro Hugo Cañete, en su informe clave sobre la historia desde adentro, comentaba que cerca de la 01:00 Gustavo Stroessner, hijo mayor del dictador, rogaba a su padre que entregara el mando.

Según los expertos, Stroessner retrasaba lo inevitable, convencido de que al salir el sol se terminaría la pesadilla. Rodríguez lo sabía. Varias veces le dijo a Oviedo: «Anikeiko’e (¡Que no amanezca!)».

Minutos después de las 04.00 Stroessner era trasladado a su lugar provisorio de reclusión en una caravana encabezada por el jeep del capitán Vladimiro Voroniecki. Lo esperaban pocas horas más en el país y un largo exilio en Brasil. Oviedo viajaba en el mismo automóvil conducido por el chofer del dictador, Pedro Miranda, que llevaba a Stroessner y a sus hijos Graciela y Gustavo, y a «Pachi» Heikel, esposa de este último. La Operación 33 había sido un éxito.//EL NACIONAL




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