“Siento que mi vida tiene un propósito”, dice con convicción Jessica Lugo Algarín, una joven de 28 años oriunda de Hohenau, cuya vocación por el servicio nació desde la infancia y hoy florece con fuerza transformadora.
Hace un año, Jessica dio un giro decisivo en su vida al integrarse al Centro de Ayuda a los Enfermos con Cáncer. En ese entorno lleno de dolor, pero también de coraje y esperanza, descubrió su verdadera misión: acompañar, sostener, abrazar.
La joven asumió luego un nuevo desafío como representante de María Auxiliadora, llevando su presencia y consuelo a quienes más lo necesitan. Uno de los casos que más la marcó es el de Camila Cabañas, una joven que aguarda un trasplante de riñón. Jessica no solo se convirtió en su amiga, sino en una defensora apasionada de la causa por la donación de órganos.
Hoy lidera una campaña de concienciación en Itapúa, convencida de que el acto de donar salva vidas. “En cada sonrisa de un enfermo, en cada palabra de aliento, siento que mi vida tiene un propósito”, expresó.
El camino de Jessica no ha sido fácil, pero está lleno de sentido. Su historia demuestra que servir a los demás no solo cambia vidas… también transforma la propia.
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