Luchar para sobrevivir. Si tuviese que elegir una frase para acompañar su historia, quizás Luka Modric se sentiría identificado con esa. Protagonista de una infancia difícil, entre bombas por las guerras de los Balcanes, y un físico diminuto que lo eyectaba de cada club importante al que se presentaba de niño, el nuevo dueño del Balón de Oro mantuvo vivo su sueño de ser futbolista.
Tras ser una de las figuras de Real Madrid tricampeón de la Champions League, Modric no pudo lograr el máximo objetivo en el Mundial de Rusia, cuando su Croacia capituló ante Francia en la final moscovicta. Sin embargo, su juego simple y vertical no dejó de ser reconocido y fue quien le puso punto final al reinado de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Primero al ser elegido como el mejor de la Copa del Mundo, luego con el premio The Best que entrega la FIFA y ahora con el prestigioso premio que otorga France Football.
«Cuando eres niño siempre tienes sueños. Los míos eran jugar en un gran club y ganar grandes trofeos. El Balón de Oro era todo lo que podía soñar cuando era niño. Es un honor ganar este premio», sostuvo Modric para describir este 2018 inolvidable. Sin embargo, nada fue sencillo para este pequeño gigante croata.
El 9 de septiembre de 1985, poco antes de que estallara una de las conflictos bélicos más sangrientos después de la Segunda Guerra Mundial, Radojka y Stipe, la madre y el padre del jugador de Real Madrid, hicieron los 60 kilómetros que separaban a Modrici, el pueblo ubicado en la localidad de Zaton Obrovacki, de la clínica de Zadar para que naciera Luka.
La estadía de la familia en esa zona rural no se prolongó durante mucho tiempo porque en 1991, como consecuencia de la disolución de Yugoslavia y del nacimiento de Croacia como nueva nación, comenzó la guerra contra Serbia que se prolongó por una década, hasta 2001, y que provocó la muerte de unas 200 mil personas y el desplazamiento de millones.
Fue un trágico suceso lo que provocó que la familia de Modric se escapara. «Luka vio con sus propios ojos cómo mataban a su abuelo. Para no ser asesinados no tuvieron otra opción que huir a Zadar a través de los bosques y las montañas», contó Josip Bajlo, el director deportivo del primer club del jugador, NK Zadar.
Modric, en cambio, nunca quiso hablar públicamente de eso. Aunque, en la previa de la final con Francia, no pudo evitar las preguntas. «No me gusta volver a esas cosas, todo eso es pasado. Pero por supuesto que una guerra tiene una influencia. Ha hecho de Croacia un país más fuerte. Pero no quiero debatir del pasado, tenemos que mirar al futuro», pidió el capitán.
La muerte y el incendio de su casa los obligó a Radojka, Stipe y a un Luka de apenas seis años a recorrer otra vez esos 60 kilómetros que separaban a Modrici de Zadar. Su nuevo hogar allí fue una habitación del Hotel Kolovare, que se convirtió en un centro de refugiados como tantos otros establecimientos de la zona.
Pero entonces la angustia y la tristeza encontraron un reparo en una pelota. En el estacionamiento de ese hotel, Luka pasaba las horas jugando al fútbol, con otros niños o simplemente solo. Y fue esa pasión la que terminó cambiando su vida.
Sucede que uno de esos días quien lo vio desde una de las ventanas fue el dueño del hotel, que también era dirigente del NK Zadar. Avisó al club y no dudaron en abrirle las puertas. «Aceptábamos a todos los niños para que no estuvieran todo el día encerrados. Luka llegó como un niño muy frágil», recordó en un documental del Canal + Tomislav Basic, padre deportivo de Modric.
El hotel Iz, pegado al centro de entrenamiento del club, se convirtió en la nueva casa de la familia. Pero el fútbol todavía no aparecía como una salvación: las 500 granadas que caían a diario les recordaban a todos que una guerra estaba sucediendo.
En una Zadar aislada que pasó dos años sin electricidad ni agua, el principal objetivo en el club era que los niños vivieran esas situaciones como un juego. «Cuando sonaban las alarmas, todos corríamos hacia el refugio. El que llegaba primero era el héroe», relató Basic.
Las condiciones de Luka eran innegables y el pequeño club de barrio pronto le quedó chico. Modric tenía un sueño: jugar en el equipo del que era hincha, el Hajduk. Pese a que sabían que no sería sencillo por su físico, los dirigentes del NK ayudaron a que ese Luka de ocho años tuviera una prueba. Pero el talento no fue suficiente. Lo rechazaron porque era bajo y muy flaco. Se trató del primero de muchos golpes.
Apoyado por cada uno de sus entrenadores del NK, que se dieron cuenta enseguida de que tenían a un gran jugador en su club, Luka hizo las inferiores allí hasta que, a los 16 años, el Dinamo Zagreb, el club más grande y poderoso de Croacia, apostó por él y lo fichó.
Pero el debut en el Dinamo no llegó; por el contrario, la primera decisión de los dirigentes fue probarlo en la liga más dura de la región: la bosnia. Modric se fue a préstamo al Zrijinski, en Mostar, por un año. Debutó en Primera con 17. Sufrió patadas y la brutalidad de un fútbol rústico. Pero aguantó todo un año y regresó a Zagreb.
Pensó que ese tiempo había sido una prueba suficiente pero al volver se encontró con un nuevo préstamo. Esta vez, para jugar en la liga croata para el Inter Zapresic. Allí, el técnico de la Primera hizo un trato con él: le prometió titularidad en los primeros diez partidos.
Mal no le fue: en el sexto, Modric recibió la convocatoria al Sub 21 de Croacia con apenas 18 años. Y, al finalizar la primera rueda del campeonato, el Inter Zapresic se coronó campeón de invierno con seis puntos de ventaja sobre el poderoso Dinamo, que entonces recuperó a Luka para el tramo final de un campeonato que finalmente ganó.
Modric había dejado atrás los prejuicios por su físico; su entendimiento del juego fue el tesoro que siempre cuidó y el que le permitió debutar a los 19 años en el club más poderoso de Croacia. El de aquella liga fue el primero de los cinco títulos en tres años de Luka, que al año siguiente fue elegido el mejor jugador de Croacia.
«Sólo puedo decir que nunca dudé de mí mismo», comentó en Rusia el habilidoso de 1,72 metros. «Yo siempre creí que podía llegar aquí. Gracias a Dios es realidad. Eso no fue una barrera, sino una motivación extra para mí. No necesitas ser robusto para jugar al fútbol», resaltó, en un ejemplo para los que recién se inician.
Para el 2008, nadie podía ya negar que su futuro estaba en una de las grandes ligas. Finalmente, fue la inglesa su primera escala. El Tottenham desembolsó 20 millones de euros para comprarlo y, cuatro temporadas más tarde, el gigante Real Madrid puso los 30 millones de su pase.
Desde su llegada al Merengue, se ganó un lugar en el equipo titular y conquistó todo lo que alguna vez soñó de pequeño: cuatro Champions, tres Supercopas de Europa, tres Mundiales de Clubes, una Liga de España, una Copa del Rey y dos Supercopas de España.
«Tuve un camino difícil en la vida, pero lo importante es no ceder. Hubo obstáculos, hubo altibajos, pero siempre tienes que creer en ti mismo. Uno tiene que luchar contra los problemas para llegar al éxito y alcanzar los sueños. Eso es lo que me llevó a este punto», remarcó.
No pudo alcanzar el sueño de ser campeón del mundo con la camiseta de su país, un país marcado por la guerra al igual que Luka Modric. Se tendrá que conformar con el ser el nuevo rey del fútbol. Nada menos que el que pasará a la historia como el que destronó el reinado de Messi y Ronaldo.//CLARÍN
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