La salida de la profesora Teresa Elizabeth Pereira, conocida cariñosamente como la profe Eli, ha generado una profunda conmoción en la comunidad educativa donde se desempeñó en los últimos años. Su decisión de dejar la institución para estar más cerca de sus hijos fue recibida con comprensión, pero también con un hondo pesar por parte de las familias, que reconocen que su partida deja “la vara muy alta”.
La docente, residente de General Artigas, se había ganado el cariño y el respeto de padres, estudiantes y colegas gracias a su compromiso excepcional con la inclusión escolar. En la Escuela Básica N.° 894 San Miguel, de San Pedro del Paraná, la profesora Eli tuvo a su cargo un grupo de 24 estudiantes, entre ellos una niña con discapacidad motora y de habla, y otra dentro del espectro autista.
Durante el ciclo escolar, su labor destacó por el cuidado, la empatía y el amor con que recibió a ambas niñas desde el primer día. Supervisó cada detalle para que se sintieran seguras en el aula y trabajó incansablemente para crear un ambiente donde la empatía, el respeto y la colaboración fueran pilares fundamentales. Este trabajo sostenido permitió avances significativos en las habilidades sociales de las nuevas alumnas y una integración plena con sus compañeros.
Uno de los gestos más recordados fue la implementación de un portabebés para que la alumna con discapacidad motora pudiera participar del acto de clausura junto a todo su grado, una iniciativa que emocionó a toda la comunidad y que hoy sigue siendo mencionada como ejemplo de innovación pedagógica y sensibilidad humana.
Para la profesora Eli, estos logros fueron posibles gracias al trabajo conjunto entre padres, docentes y estudiantes. “Enseñar es un acto de amor y servicio. Para lograr una inclusión real, debemos trabajar la inteligencia emocional y desarrollar habilidades sociales en nuestros niños”, había expresado en su momento.
Hoy, ante su despedida, los padres coinciden en que su ausencia se sentirá profundamente. Reconocen en ella a una educadora que no solo enseñó contenidos, sino valores y humanidad. Muchos expresaron un agradecimiento eterno por su forma de ser, por su paciencia y por el impacto positivo que dejó en cada niño que pasó por sus manos.
Aunque su decisión responde a una necesidad familiar, la huella que deja en la institución es imborrable. La profe Eli se va, pero su legado permanecerá en cada aula, en cada familia y en cada niño que aprendió a ver la diversidad como una oportunidad para crecer juntos.

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