La historia de Ricardo Núñez, artista plástico caacupeño, es digna de un guion de esas series que se difunden en Netflix y otras plataformas digitales.
Dado a su origen humilde, como casi todos en su pueblito de la compañía Azcurra de Caacupé, desde muy temprana edad tuvo que trabajar para ayudar al sustento familiar.
Como sus padres fabricaban chipas, antes del alba, ya emprendía camino a la ciudad vendiendo este producto, vadeando el tránsito y merodeando las plazas de la Villa Serrana.
A poco de hacerse mayor de edad y con el deseo de ganar un poco más de dinero cruzó la frontera y fue a parar a una ciudad de la provincia de Misiones (Argentina) llamada Montecarlo.
En esa ignota localidad argentina, Ricardo tenía un tío que también se dedicaba a la fabricación de chipas. Por lo que, rápidamente, se ofreció para trabajar con él en la elaboración y preparación del producto, cuyo consumo es una tradición –tanto como acá– en el norte del vecino país.
Ricardo recorría las calles de ese pueblo misionero con el cuello tieso, equilibrando el canasto de chipas sobre la cabeza.
Por esas cosas de la vida, se instaló con sus bártulos en la vereda de una Escuela de Bellas Artes, donde los estudiantes y profesores compraban sus productos.
Luego de un tiempo, permaneciendo siempre en el mismo sitio –ya convertido en puesto de venta de chipas–, uno de los profesores notó el particular interés que demostraba Ricardo sobre lo que hacían dentro del instituto.
Logró acercarse y entablar conversación con uno de los profesores de esa institución artística, cuyo nombre era Carlos, “el apellido ya no me acuerdo”, cuenta.
“Hablando y hablando con este profesor, logré el permiso de él para poder ingresar a la sala de estudios donde estaban todos los alumnos y mirar sus actividades”, relata.
Ahí tuvo lugar la epifanía para el entonces vendedor de chipas que no tardaría en convertirse en una promesa de gran artista plástico.
“Lo que estaban estudiando, dibujando y practicando era mi palo, el dibujo. Y fue así que, un día de esos me preguntó el profesor: ‘A vos te gusta el dibujo, te gusta la pintura’… a lo que le respondí que desde pequeño me gustó dibujar. Entonces, el profesor me dio la oportunidad de hacer mis tareas en la escuela, pintando, dibujando todo lo que venía en mi mente”, comenta.
Así, con escasa formación artística, Ricardo no tardó en destacarse. “Al profesor le gustaron mis trabajos y me dijo que iba a haber un concurso de dibujo, del cual podría participar. De inmediato acepté, participé en la competencia y gané el primer puesto”, señala.
Poco después, tuvo lugar un nuevo concurso de dibujo; esta vez, iban a competir alumnos de distintas latitudes de la Argentina.
En aquel certamen, se presentó a la competencia ya en representación de la Escuela de Bellas Artes de Montecarlo.
“Llegó el día del concurso y gané el primer premio con una obra basada en las campiñas paraguayas, cual es la de un arroyo y a la vera del mismo, estaba una madre lavando ropas, con un gran gajo de árbol que se acostaba sobre el agua del arroyo”, explica a grandes rasgos cómo estaba compuesta su obra artística.
En el cuadro también sobresalían personas como dos niños que llenaban la escena, rondando en torno a la madre que lavaba ropas. “Ese premio fue un espaldarazo para mí y para la escuela de Bellas Artes de Montecarlo que en la dura puja había logrado triunfar con la pintura”, refiere.
Su estadía en el vecino país se extendió 12 años hasta su regreso a su terruño. “Me gané la amistad y el aprecio de formidables y buenas personas, así como de todas las autoridades de Montecarlo, una hermosa y hospitalaria ciudad que me abrió sus puertas para especializarme en lo que yo sé hacer”, manifiesta.
La mano mágica de este eximio retratista y muralista cordillerano es requerida por varias autoridades de distintas ciudad del país, ya que buscan contratarlo para que vaya a pintar cuadros en sus respectivas comunidades.
“En Itauguá ya hice la memoria de los ilustres, un paseo con imágenes de personajes de la ciudad, tanto de antes como los de ahora. Desde ciudad del Este también me hablaron, autoridades municipales de Villarrica, de Pedro Juan Caballero igualmente están interesados”, enumera
Ahora está realizando un trabajo para el colegio Cristo Rey de Caacupé que ya está por terminar para luego ir a cumplir un encargo artístico a su vez en la escuela Tte. Fariña de la misma ciudad. Incluso tiene ofertas del exterior.
“Quieren que me vaya a los Estados Unidos, ya me hablaron referentes importantes de paraguayos residentes en Norteamérica para que me vaya a pintar cuadros y paisajes campesinos como selvas, ríos y arroyos, vegetación y el cielo azul del Paraguay”, cuenta.
//Fuente: ULTIMA HORA
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