DÍA DEL NIÑO EN PARAGUAY Y LA BATALLA DE ACOSTA ÑU




Hace 150 años Paraguay fue el escenario de Acosta Ñu, «una de las más terribles batallas de la historia militar del mundo».

Así lo afirmó el periodista brasileño Julio José Chiavenato en su famoso «Genocidio americano: guerra de Paraguay», un libro publicado hace cuatro décadas que reescribió la historiografía regional.

Y si bien muchos de su datos han sido matizados o desmentidos, el texto sirvió para echar luz sobre lo que hoy sí es ampliamente reconocido como el enfrentamiento internacional más sangriento de la historia de América Latina: la Guerra de la Triple Alianza.

Esta guerra, que duró de 1865 a 1870, enfrentó a Paraguay contra los ejércitos aliados de Brasil, Argentina y Uruguay.

Se calcula que en esos 5 años murieron entre 200.000 y 300.000 paraguayos, que entonces equivalían a la mitad de la población del país y de los cuales el 80% eran hombres.

Entonces, ¿qué pasó en Acosta Ñu para convertirse en «el símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra»?, como escribió Chiavenato.

La diferencia con el resto de las batallas es que aquella del 16 de agosto de 1869, donde este viernes el gobierno paraguayo inaugura un monumento, fue peleada por niños y adolescentes.

Tanto marcó al país esta batalla que es también la fecha en que se conmemora el Día del Niño.

La «guerra total»
«El año 1869 marca definitivamente el concepto de guerra total», dijo el historiador paraguayo Fabián Chamorro a BBC Mundo.

«Guerra total -continuó- es cuando la población civil es alcanzada por los combates».

Había niños en ambos bandos de la Guerra de la Triple Alianza, pero en Acosta Ñu hicieron algo que no era normal: pelearon.

Con el ejército paraguayo ya exterminado, explicó Chamorro, varias figuras importantes dentro de las fuerzas aliadas empezaron a señalar que la guerra ya estaba terminada y que era tiempo de retirarse.

De acuerdo con Chiavenato, una de estas figuras era el general Luís Alves de Lima e Silva, luego duque de Caxias, quien lideraba las tropas brasileñas en Paraguay.

«¿Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la mujer?», reclamó al emperador de Brasil.

Pero la orden era que el fin de la Guerra de la Triple Alianza llegaría solo tras la muerte del presidente de Paraguay, el mariscal Francisco Solano López, algo que pasaría el 1 de marzo de 1870.

«No había necesidad de hacer esta operación de cacería, donde la peor parte se la llevó la población civil», afirmó Chamorro.

Por su parte, Solano López cada vez reclutaba soldados más jóvenes.

«Primero tenían 16 años y luego 14, 13 años», dijo a BBC Mundo Barbara Potthast, profesora de historia ibérica y latinoamericana en la Universidad de Colonia, Alemania, quien llegó a encontrar registros de enrolamientos de niños de 11 años.

Mujeres y niños integraban el ejército paraguayo «porque como dicen muchos, era más bien un pueblo en armas», explicó Potthast.

Pero en ese entonces no peleaban, sino que se dedicaban a otras tareas, como transportar materiales.

Lo mismo sucedía con las mujeres, que se ocupaban de la logística.

«No era un ejército profesional al estilo que conocemos hoy», dijo Potthast. «Porque como dicen muchos, era más bien un pueblo en armas».

¿Barrera humana?
Una y otra vez, Solano López lograba escapar de los aliados. De hecho, su última huida milagrosa había sido cuatro días antes de la batalla de Acosta Ñu, cuando cayó Piribebuy, la tercera capital de Paraguay.

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«Ese 12 de agosto las fuerzas paraguayas se dividieron en dos: en una columna iba el mariscal López y en la otra, mujeres, niños, ancianos», contó Chamorro.

Estos últimos «llevaban toda la logística del ejército con carretas tirada por bueyes: cañones, armas, vestuario, implementos para la cocina, etcétera».

Según Chamorro, estos fueron alcanzados por los aliados, que en su mayoría eran soldados brasileños, y «no tuvieron otra opción más que pelear», afirmó.

Potthast planteó otra teoría: «Lo que se dice, y no tengo motivos para dudar, es que en esta batalla la tarea de los niños y jóvenes era ser como una barrera para que no avance el ejército».

Lo cierto es que Solano López efectivamente logró huir hacia el norte con el resto de las tropas, donde continuó su resistencia.

20.000 versus 3.500
La batalla de Acosta Ñu se desarrolló cerca de lo que hoy es la ciudad de Eusebio Ayala, en el centro de Paraguay, y fue, en palabras de Chamorro, «una verdadera masacre».

«De un lado estaban los brasileños con 20.000 hombres», escribió Chiavenato. «Del otro, en el medio de un círculo, los paraguayos con 3.500 soldados de 9 a 15 años, no faltando niños de 6, 7 y 8 años».

Si bien la cantidad de niños en Acosta Ñu está disputada, llegando a haber relatos que sitúan la cifra en 700, todos los historiadores coinciden en la crueldad de la batalla.

También pelearon junto a veteranos de guerra que, según los distintos relatos, eran entre 500 y 3.000.

Sea como sea, existía una disparidad entre los ejércitos, que no solo era numérica y etaria, sino también tecnológica.

«Los fusiles a chispa paraguayos tenían un alcance máximo de 50 metros», contó Chamorro. En cambio, «los rifles Spencer, que ya usaba sobre todo la caballería imperial de Brasil, tenían un alcance de más de 500 metros».

«O sea, para que un paraguayo pudiera ponerse a tiro de un brasileño, tenía que soportar 10 descargas de bala. Era imposible», afirmó.

A esto se suma que los menores casi no tenían la fuerza para empuñar fusiles, mucho menos en las condiciones de hambre y enfermedades que entonces los asediaban, explicó Potthast.

En el campo de batalla
La batalla comenzó por la mañana y terminó unas 10 horas después, con escasas bajas del lado brasileño y casi ningún sobreviviente del paraguayo.

No obstante, los detalles sobre el enfrentamiento en sí de nuevo difieren.

Potthast contó que, para que los soldados aliados no se dieran cuenta de que peleaban contra niños, se pusieron barbas falsas. Chamorro aseguró que no pueden haber tenido tiempo para preocuparse por esos detalles.

Incluso se dice que los pequeños iban armados con palos que simulaban ser rifles.

«Los niños de 6 a 8 años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto», escribió Chiavenato en su influyente libro, según la traducción del Portal Guaraní.

Por la tarde, agregó, cuando las madres recogían los cuerpos de sus hijos y aún había heridos, los brasileños quemaron el lugar.

En cambio, el general brasileño Dionísio Cerqueira, quien estuvo en la batalla, dio otra perspectiva: «¡Qué lucha terrible esa entre la piedad cristiana y el deber militar! Nuestros soldados decían que no daba gusto pelear con tanto niño».

«El campo quedó lleno de muertos y heridos del enemigo, entre los cuales nos causaban gran pena, por el abultado número, los soldaditos, cubiertos de sangre, con las piernecitas quebradas, algunos de los cuales ni siquiera habían llegado a la pubertad», agregó.

Y continuó: «¡Cuán valientes eran para el fuego los pobres niños!»

Potthast, por su parte, encontró relatos que afirmaban que estos pequeños no lloraban, aún al ser heridos.

En palabras de la historiadora alemana, el único punto en común entre los observadores e historiadores de todos los bandos era «el valor y coraje de la lucha de los paraguayos, inclusive los niños soldado».//BBC





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