María Fátima Mereles Haydar es bióloga de formación y Dr. en Ciencias (Ph.D.), mención Biología por la Universidad de Ginebra, Suiza. Actualmente se desempeña como investigadora y docente de post-grado en su especialidad. Describió 4 especies nuevas para la ciencia mundial, desconocidas hasta ese momento. Estas especies pertenecen al género Eleocharis (familia de las Cyperaceae).
Mereles publicó más de 100 artículos sobre temas que atañen a la flora, la vegetación, en particular los humedales, los cerrados y el Gran Chaco. En esta entrevista nos muestra cómo inició su trabajo de investigadora y espera que haya más oportunidades de investigación en el país.
¿Cómo fue para iniciarse y dedicarte a la investigación?
La vedad que desde alumna trabajé en el tema, con mis profesores de la Facultad, en la actual FaCEN, Dirección de Biología; trabajé en el área de Hidrobiología y mis primeras publicaciones las hice siendo alumna en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay.
Luego, ya en el Herbario del Departamento de Botánica, Dirección de Investigación de la Facultad de Ciencias Químicas, iniciamos fuertemente las colecciones botánicas para fortalecer el Herbario, elemento básico para el estudio de la flora y que, hasta ese entonces en el país estábamos muy débiles; aún hoy nos quedan muchos vacíos de información.
Desde ahí inicié la descripción de especies nuevas para la ciencia (en mi caso fueron 4, 2 en Paraguay, 1 para Perú y otra para Venezuela), que son trascendentales, hoy día. En tiempos en donde la desaparición de especies es muy elevada, debido a los cambios impuestos por el hombre.
Me afiancé en los conocimientos sobre el Chaco, y de hecho mi Tesis Doctoral la realicé en dicho territorio. Y continuamos hasta hoy; es así como hemos descubierto y descripto a la Ecorregión Cerrado para el Chaco, indicando que territorialmente en esta zona, somos muy diversos y que penetran en ella elementos de otras Ecorregiones diferentes a la de los usuales para el Chaco.
Otro aspecto destacable en mi carrera fueron las descripciones de los humedales del país; lamentablemente estos ambientes son muy poco visitados por los botánicos por lo que también nos quedan muchos vacíos de información.
¿Qué cantidad de artículos publicó y sobre qué temas?
He publicado cerca de 100 publicaciones sobre temas que atañen a la flora, la vegetación, en particular de los humedales, los Cerrados y el Gran Chaco.
Para las publicaciones, no he dejado de lado a las revistas nacionales, algunas de las cuales las hemos llevado adelante con mucho esfuerzo, hoy día ya más afianzadas como el caso de Rojasiana, que la iniciamos a principios de la década de 1990 y fue por muchos años la única destacada en el área de la flora y la vegetación en la Universidad Nacional de Asunción; los esfuerzos locales se deben apoyar por lo que también hoy publico en Paraquaria Natural, Steviana, entre otras.
Entre las internacionales menciono a Novon, Candollea, Bonplandia, Phytokeys, Climate Change, Flora del Paraguay (editado por el Conservatorio de Ginebra), entre otras, las que se encuentran entre las primeras en el ámbito de la flora.
¿Qué y/o quién lo motivó a dedicarse a la investigación?
Fueron los profesores en la época los que nos indujeron; de hecho ellos también de alguna manera se dedicaron a la investigación mucho menos sistematizada que la actual; menciono a algunos: Prof. Dr. Ricardo Moreno Azorero, Prof. Dr. Narciso González Romero, Prof. Ing. For. Marcos Sanjurjo, Prof. Dr. Bernardo Schvartzmann, Prof. Dr. Juan H. Palmieri, entre otros.
En la Dirección de Biología había grupos de investigación: Genética clásica, hidrobiología, zoología (entomología) y estábamos todo el día, asistiendo a clases, salíamos al campo y realizábamos nuestros informes dentro de la casa de estudios.
Estábamos todo el día en la facultad y como alumnos de alguna manera siempre hemos estado ligados a pequeños proyectos de investigación, muy modestos por cierto en la época.
¿Tuvo algún mentor o tutor que haya marcado u orientado su línea de investigación más importante? Si lo tiene ¿Quién es o fue, y qué fue lo que más le inspiró de esa persona?
De hecho, no fue una sola persona sino un conjunto; me gustaba la botánica y de hecho trabajo en esa línea en general; el Dr. Moreno Azorero nos impulsó mucho ya en la época con Metodología de la Investigación, la importancia de los papers y el Dr. Schvartzmann e Ing. Marcos Sanjurjo a ser críticos.
Ya en la etapa del post-grado, el Dr. Rodolphe Spichiger (CJB Ginebra), me motivó muchísimo con la parte ecológica y la visión general del paisaje, observado en conjunto. Tiene una gran capacidad para concatenar factores que hacen que sobre el terreno pueda interpretar rápidamente el paisaje y sus orígenes, lo que lo hace muy buen ecólogo.
Desde el punto de vista taxonómico tuve la oportunidad de trabajar con Rosa Guaglianone en el Instituto Darwinion, en Buenos Aires, quien me entusiasmó con las Cyperaceae, hasta el día de hoy.
De hecho y si bien no estoy enfrascada en la taxonomía de grupos de plantas vasculares, utilizo a esta como una herramienta para el conocimiento de las plantas que conforman el paisaje, cuyo estudio es lo que más me entusiasma.
¿Cuál cree usted que ha sido el aporte más importante que ha dado a la ciencia y al Paraguay en sus años de trabajo?
Sin dudas, la descripción de 4 especies nuevas para la ciencia mundial, desconocidas hasta ese momento.; estas especies pertenecen al género Eleocharis (familia de las Cyperaceae).
Las primeras descripciones de todos los paisajes del Chaco y mis publicaciones sobre el territorio, creo que han sido colaboraciones muy leídas y citadas también.
Igualmente creo que he colaborado, aunque estimo que puedo hacer mucho más y es en el conocimiento de los humedales continentales de agua dulce; en realidad inicié el conocimiento de este tema colectando Cyperáceas; una vez más, la taxonomía me llevó a dar pazos avanzados, esta vez sobre los ambientes húmedos.
¿Cuáles son las metas o sueños relacionados a la ciencia o investigación?
Espero que en un futuro no muy lejano, los investigadores del área en el que trabajo podamos producir resultados tendientes a llevar al país a un mejor desarrollo en equilibrio con su medio natural.
Hoy nuestro país es muy buen exportador de commodities, lo cual nos ha posicionado muy bien, pero al mismo tiempo no podemos perder de vista cosas como la protección de recursos naturales importantes como los fitogenéticos (aún con vacíos de información), con nuevos conocimientos en la tecnología de las maderas disponibles aún para un mejor aprovechamiento, la investigación con nuevos horizontes en los productos naturales aplicados a la medicina y que pueden catapultarnos a algo sensacional.
En fin, considero que aún casi nada hemos explorado y que en el ámbito al que queremos llegar como país rico en recursos naturales, aún nos queda mucho por hacer.
Hoy la era de la pérdida de importantes recursos como Stevia espero que haya quedado atrás y en más tengamos delante nuestro un mundo de patentes. De a poco y con el esfuerzo de TODOS, se llega.
¿Qué espera de la juventud que se dedica a la Ciencia y a la investigación?
Mucho. Parte de los sueños, están en ellos; deben apostar por una formación de excelencia para llevar al país hacia una economía del conocimiento.
Sin embargo, debo decir que siento el poco entusiasmo de los más jóvenes en los estudios de campo (que son los obligatorios, en algún momento), para aquellos biólogos que deseen trabajar con las plantas, e inclusive para aquellos que trabajan en otras áreas en los laboratorios.
Realizar las colectas y estudiarlas puede ser tedioso, pero es lo que aplica como base y con eso se despega; si no, no hay milagros.
En ese sentido, el equipo con el que formo parte no tiene reparos en poner esfuerzos en las campañas de campo: son dos excelentes profesionales que siguen trabajando para aumentar el conocimiento de la flora paraguaya: Juana De Egea-Elsam y Gloria Raquel Céspedes, ambas docentes e investigadoras universitarias.
Qué sacrificios conlleva hacer investigación en Paraguay?
Muchos sacrificios; por ejemplo, durante mi estancia en la Universidad, nunca hemos tenido la oportunidad de ser considerado investigadores; espero que hoy eso esté más claro. Entonces éramos alguien a quien les gustaba hacer esto o lo otro, nada definido…; en esas condiciones, todo es difícil.
Hoy, por lo menos para CONACYT, las cosas están más claras; el PRONII nos trajo muchas satisfacciones, sin duda alguna y debemos ir hacia algo reconocido como la Carrera del Investigador; debemos seguir evolucionando positivamente y obligarnos a traer resultados importantes para el país y la ciencia en general. La ciencia no tiene fronteras y si de pronto aparecen, son muy débiles; el trabajo científico se reconoce como tal, en el mundo. En cuanto al ámbito en el cual me desempeño puedo decir que el trabajo en la naturaleza si bien satisface enormemente, es también muy duro y con riesgos y peligros constantes: desde los accidentes en ruta hasta aquellos que puedan presentarse en la misma naturaleza; estamos permanentemente expuestos, pero cuando el trabajo se cristaliza en resultados y publicaciones, podemos afirmar que el sacrificio valió la pena.
¿Le ha pasado algo curioso o anecdótico durante alguna investigación?
Muchas anécdotas; desde ser los primeros paraguayos en llegar a un fortín boliviano en el Chaco (Ravelo), más allá de la Laguna Palmar de las Islas, a fines de febrero de 1989 hasta la traída del oficial boliviano al paraguayo sin documento oficial (en aquella época necesitábamos pasaportes con visa), con resultados positivos para los personajes.
No parece una actividad de las que íbamos a hacer (describir y recolectar ejemplares, en ese momento a los cerros del Chaco), pero fueron cosas que en su momento hemos tenido que confrontar. Me quedo acá porque creo que ya está muy extenso.// LA NACIÓN
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