HISTORIAS QUE INSPIRAN: DE DIRECTOR EJECUTIVO A VENDEDOR DE HULE

Corría el año 2009, tenía 2 trabajos, ganaba súper bien, tanto era que tenía la costumbre de nunca preguntar el precio de algo que quería comprar y mucho menos regatear. Había egresado hace 2 años de la UNA, y era una combinación de orgulloso de mis logros y de mi realidad, además estaba recién casado y tenía un negocio (Baratofarma) en el centro económico de Carapeguá.

Pero todo cambió demasiado rápido, terminó el proyecto en el cual me desempeñaba como Director Ejecutivo y estaban bajo mi dirección aproximadamente 20 personas, y como si eso fuera poco, renuncié del segundo trabajo y decidí formar parte del MAG, el cual tenía una política institucional que si eras contratado solo te pagaban tu salario mensual en 3 etapas durante el año, o sea que cobrabas más o menos en mayo, julio y diciembre. Además de todas las cuentas asumidas, estaba llevando mi segunda carrera universitaria en la UCA de Carapeguá, y sumado a eso, vino una crisis durante el año 2011 en España que directamente afectó a las remesas que se enviaba, y eso influyó en las ventas del mercado municipal.

Estar desesperado y hundido en cuentas hace que empieces a buscar formas de como tener la entrada de dinero, busqué trabajos por todos lados y un día me di cuenta que tenía demasiado capital en mercaderías y no se movían, entonces tomé una motoneta Star que tenía, y cargué en una caja todos los medicamentos que pude y salí a vender a los almacenes de la campaña.

La teoría de ser emprendedor es demasiado romántica hasta que lo asumís, y fue así que llegue al primer almacén y dije: este no me va a comprar, y seguí al segundo y al tercero. Después me di cuenta que ya dejé pasar varios puntos de venta y debía vender algo porque era justamente que para eso estaba recorriendo. Llegar al primer almacén no fue nada fácil, me tragué mi orgullo de “Ingeniero” y avance con mucho temor a ser rechazado, golpee las manos, y salió una señora que mirando medio apenas me dijo con una voz autoritaria Que querés!, le dije, traigo remedios para tu almacén, y me respondió; Tengo luego mi proveedor, y se volteó a seguir con sus quehaceres. Al darme la vuelta para volver a subirme a mi motito, me sentía más que derrotado, con ganas de querer volver a casa y con un enorme nudo en la garganta. Pero como tenía demasiadas cuentas que cubrir, respire hondo y seguí, al llegar al siguiente almacén, la misma reacción; y eso hace que casi me dé por vencido, pero decidí avanzar un poquito más, era como si escuchara una voz interna que me impulsaba a seguir, entonces llegue al siguiente puesto, y la señora me dijo: «Que suerte reju che memby porque opaitema la che pohä kuera!», y vendí por casi 100 mil en ese almacén y después de eso, llegaba a cada almacén y seguía vendiendo.

Al volver a casa a la tardecita, conté cuanto había vendido y creo que fue aproximadamente 200 mil guaraníes que me dejó una ganancia libre de unos 70 mil más o menos. Lo primero que pensé fue: “No hubiese ganado esta plata si estaba nomas sentado frente a casa”. Y esto hizo que me motive mucho más a seguir.
En unas de mis vueltas le encontré a mi amigo y camarada Adalberto Ortiz Ara, en ese momento el vendía embutidos por la campaña también, después de hablar un rato coordinamos que viajaría con él los días de su recorrido y de esta forma también pude cubrir otras zonas en Carapeguá y en el ramal Paraguarí y Pirayú. Después de un tiempo de trabajar juntos decidí de nuevo moverme por mi cuenta y adquirí una motocarga (la foto anexada) en la cual me acompañaba mi amigo Marcelo Cabrera Elizeche, con esto me permitió llegar a 67 almacenes 2 veces a la semana, pero ya no llevaba sólo medicamentos, sino también caramelos, bolsita para hielo, golosinas en general. Recuerdo bien que solía tener días buenos y malos, días en que sentía que podía contra todos y otros días que no vendía nada y regresaba destrozado, en ese periodo de buscar la motivación donde no hay nada, encontré un video en el cual me pude ver reflejado en el protagonista

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Tanto me llegó este video que lo convertí en audio y lo escuchaba durante todo el trayecto de mi recorrido que eran aproximadamente unos 80 km de ida y vuelta, y duraba más de 12 horas. Hasta ahora sé ese video de memoria y aun me sigue inspirando y motivando a nunca rendirme. Por lo menos durante mi viaje escuchaba unas 15 veces y cuando descansaba un rato veía ese video. Y con eso pude conseguir el impulso para seguir, ya que no tenía a nadie que me anime, encontré la forma de auto motivarme por decirlo así.

Un vecino que tenía una distribuidora al ver que cada semana viajaba, me dijo: «Pedro, llevana las mercaderías que quieras y lo que vendés nomas pagame», y eso me ayudó bastante ya que podía trabajar sin usar mi capital. Existía un último almacén, ya a la costa del estero del Ypoá, en la compañía Pacheco, la señora hacía queso, y una vez tome el riesgo de comprar todo los quesos que pude con el 100% de mis ventas del día, y grande fue mi sorpresa que al llegar a la ciudad pude venderlos todos y con la ganancia de ese producto salvaba todo mi combustible, y por decirlo de una manera, hacía mi reparto “gratis”.

Recuerdo una vez que me agarró una tormenta y tenía que decidir si retroceder o avanzar, y como ya estaba bastante bien mentalizado a no retroceder nunca, literalmente me moje hasta donde el sol no me da. Pero pude concretar mis ventas además hice de taxi a algunas personas que estaban caminando y pude generar mucho más ingresos de lo que normalmente solía tener.

Justo un tiempo después vendí la motocarga, e hice una serie de kambalaches que me permitió levantar un camión similar al de las películas Mad Max, ya que era demasiado viejo y feo. Era un Bedford 1975, perdía aceite por todos lados, también perdía agua, el tanque de combustible era un bidón que llevaba en la cabina, el freno solía fallar, o sea tenía que bombear varias veces para que frene, y como si todo fuera poco, la cabina estaba desoldada y cada vez que atropellaba un hoyo parecía que se iba a desculambrar el camión, pero con eso ya pude llevar bolsas de afrecho, gaseosas y más mercaderías. Y cuando pasó un año de hacer reparto y poder estabilizarme, volvió a salir un laburo y decidí dejar de lado este emprendimiento, que hoy muchos años después me pregunto si donde estaría si no lo hubiese dejado.

Una de las cosas que recuerdo de la época de Macatero era que pensaba: “Ya llegará el día que recuerde estos días”. Y tal cual ocurrió, lo que más me sorprendió fue que me tuve que tragar mi orgullo de haber egresado de la mejor universidad del país, e ir a vender hule a los almacenes. Además me sirvió muchísimo para un crecimiento personal, y hoy día me doy cuenta que ese año fue un periodo de templar mi carácter, al igual que el acero se forja en una hoguera, tuve que llegar al fondo para salir adelante.

Hoy 7 años después de esta foto, tengo un trabajo soñado en el sector privado, 4 horas por día, además de la posibilidad de desarrollar mis ideas para la universidad, con una beca de maestría, encima estamos como el premio al mejor 4to lugar para trabajar en el Paraguay. Y muchas de las actitudes que adquirí durante ese temple los aplico a mi vida profesional y personal.

Lo único que les puedo decir es que nunca se rindan por más que parezca que estás ahogado en cuentas con un trabajo de mierda, y que la gente que te rodea parece que en vez de apoyarte te empuja más al fondo, concéntrate a donde quieres llegar, dale una dura pelea a la vida, nadie te regala nada, solo existen recompensas al trabajo duro, nadie quiere estar rodeado de perdedores, por lo tanto transfórmate en un ganador. Cuanto más dura sea tu vida, más duro pelea, da hasta la última gota de sudor, permite que las crisis te hagan más fuerte, ya que llegará un futuro donde estés cosechando todo el esfuerzo que estás haciendo hoy. Y termino con esta frase que alguna vez le dije a una persona: “Solo con grandes cimientos se construyen rascacielos”

  • Pedro García Miró


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